La semana pasada hablé resumidamente de la evolución de la enfermería en los últimos 100 años. El tránsito que supuso una profesión que pasaba de boca en boca a una formación reglada, estructurada y de calidad. O al menos dentro del sistema educativo español, mantiene una calidad mínima entre las diferentes universidades. Incluso contando con algunos títulos expedidos por ciertas universidades donde dudosamente las enfermeras alcanzan un mínimo deseado.
Pero como no es el momento de tratar las universidades que solo buscan dinero, seguimos tratando la formación general de la enfermería. Y, como adelanté, en 2005 se plasmó sobre el papel lo que debería haber sido un avance, lo que pudo ser y no fue. Las especialidades de enfermería pasaban a tener presencia a mayores de la centenaria matrona, punto de referencia para implementar en otras áreas.
Poca gente conoce que el supuesto objetivo de las EIR (Enfermera Interna Residente) era copiar el plan de especialización médica pero, para diferenciarlo, con otras especialidades. La intención era algo que llamaban "etapas de la vida". Con ello justificaron que se pudiera optar a matrona, pediatría, familiar y comunitaria, trabajo, salud mental y geriatría. Y es que tirar de orgullo permite hacer una chapuza de este calibre.
Si hablamos de especialidades basadas en etapas de la vida, ¿acaso las afecciones de salud mental son un proceso más? ¿Acaso no existe nada más? La respuesta es sencilla, copiar algunas especialidades médicas e inventarse una historia paralela, tenía lagunas; así que plasmaron otra especialidad inviable: Médico-Quirúrgica. O lo que es lo mismo, los gerifaltes de la enfermería que prácticamente no han ejercido, iban a decidir el futuro de la profesión a base de improvisaciones.
La especialidad Médico-Quirúrgica nunca ha tenido el apoyo de la enfermería. Resulta una tomadura de pelo, eludiendo que existen las urgencias y emergencias, los cuidados críticos, la oncohematología, la neurología, etc. Incluso podría seguir hablando de especializar a enfermeras en quirófano, porque yo, personalmente, quisiera que las enfermeras presentes sepan manejarse ahí dentro mejor que en su propia casa.
De hecho, el ridículo plan que no contempla la especifidad de las patologías, no tuvo en cuenta que se estaba luchando ya por aquel entonces para evitar que las enfermeras ronden por los hospitales cada día en una unidad diferente. No tiene lógica formarte en cuidados intensivos para ejercer un mes y administrar quimioterapia al día siguiente. Pero más aún, el día contiguo, ir a pasar consulta de endocrinología. Un batiburrillo típico de quien tiene un poder heredado y en absoluto merecido.
Por eso, en los últimos años, a parte de no dar salida a esa última especialidad que es un cajón de sastre, se han fomentado las llamadas listas específicas, donde si has trabajado en una unidad, preferentemente deberían mandarte a esa misma la siguiente vez. Esto reduce costes en formación y da mayores garantías de seguridad a los pacientes. Y en este trance, pasa a jugar un complemento cada vez más aceptado, los postgrados.
Un posgrado era algo inaccesible para alguien con diplomatura. Pero el salto a grado con el plan Bolonia, da acceso a todo tipo de formaciones para mejorar las competencias en un sector concreto. Y al final, como en todo, podemos encontrar formaciones mejores y peores, pero eso ya queda en la conciencia de cada enfermera. Porque, de momento, hasta aquí puedo leer ya que la formación de la enfermera tiene para más capítulos y muchos avances pendientes.