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Clásico

Cuaderno de bitácora

Por Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria

Monet pintando del natural


Existe un mundo pintado por Claude Monet que está poblado de colores armónicos, donde la naturaleza se muestra siempre en evolución, inmersa en los ciclos que la renuevan y confieren vida. Un mundo único y reconocible, increíblemente bello, dotado de movimiento, del que el artista ha sabido atrapar imágenes fugaces, que consiguen revivir instantes con sabor a auténtico de nuestra memoria personal. Por eso, no es de extrañar que Monet sea uno de los pintores más queridos y admirados por el gran público.

Oscar-Claude Monet (1840-1926), parisino, creció en un lugar de enorme riqueza medioambiental, la Normandía, lo que le marcaría para siempre, desde que, con cinco años, se trasladó con su familia a vivir en la ciudad portuaria de Le Havre. Y su encuentro a los 18 años con el pintor Eugène Boudin, precursor del movimiento impresionista, le familiarizó con la aspiración de pintar directamente del natural y explotar los efectos de la luz, orientando definitivamente su vocación artística pese a la incomprensión paterna.

Sus éxitos iniciales con las obras que presenta en el Salón de París en 1865 y 1866, por las que es felicitado por figuras como Courbet y Zola, se alternan después con rechazos sucesivos por parte de la misma entidad, de cuyos encorsetados postulados se va sintiendo cada vez más alejado, lo que le acarrea dificultades económicas. Es la época en la que pinta el icónico e inconcluso 'El almuerzo sobre la hierba', en el que aparece como modelo principal su pareja, Camille Doncieux, con la que tiene su primer hijo, Jean, en 1867, y que se convierte en su esposa tres años después, de nuevo venciendo la oposición familiar.

El 15 de abril de 1874 sucede un hecho llamado a cambiar su biografía para siempre. Se inaugura la primera exposición colectiva de una treintena de jóvenes pintores, que crearon una cooperativa para unirse y organizarse ante las puertas que les cerraban los prebostes de las bellas artes. Monet fue uno de los artistas más activos en esta iniciativa y formó parte de la junta directiva. Los miembros del grupo se hacen llamar 'independientes' por su rebeldía al no abrazar los cánones establecidos. Fue así como en el número 35 del boulevard des Capucines, en París, nombres llamados a ser grandes un día, como los de Claude Monet, Eugène Boudin, Pierre-Auguste Renoir, Edgar Degas, Camille Pissarro, Alfred Sisley y Paul Cézanne, expusieron obras que cambiarían el devenir del arte.

Monet participó en la muestra con el lienzo 'Impresión, sol naciente', que actualmente se conserva en el Museo Marmottan-Monet de París. El cuadro daría origen al nombre del célebre movimiento pictórico que revolucionaría las artes plásticas de la época: a partir del título, el crítico de arte Louis Leroy acuñaría peyorativamente el término 'impresionismo', que fue asumido con orgullo por los seguidores de aquel estilo. Nacía así el impresionismo, hace ahora justo 150 años. Pero la exposición fue un fracaso. De las 200 obras del catálogo, sólo se vendieron 5, entre ellas la de Monet.

Estos jóvenes pintores buscaban representar la naturaleza como la percibían sus ojos, con una aspiración de libertad, sin seguir reglas académicas. Este deseo les anima a pintar al aire libre, transcribiendo la inmediatez de los efectos lumínicos, con una técnica cercana al boceto. El impresionismo nacía hondamente arraigado a dos regiones francesas, París y Normandía; a las orillas del río Sena y a las costas marítimas que se abren al Atlántico.

En 1878 viene al mundo el segundo hijo del artista, Michel, pero el parto mina tanto la salud de su mujer, Camille, que ésta al año siguiente muere. Monet la pinta en su lecho de muerte, una trágica e impactante ilustración que conservó toda la vida y jamás exhibió, aunque en la actualidad puede contemplarse en el Museo de Orsay en París.

Monet pasó el lapso comprendido entre los postreros días de enero y el 21 de febrero de 1883 en el Hotel Blanquet de Étretat, un pueblo pesquero y turístico en la costa de Normandía, que le atrae poderosamente desde que morase en él el invierno de 1868. Se convierte en asiduo cada año entre 1883 y 1886. El hotel hoy ya no existe: fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial por orden del general alemán Rommel.

Durante sus estancias en el lugar, Monet pintó varias decenas de vistas de la playa y sus extraordinarias formaciones rocosas y acantilados, plasmando sus propias percepciones cambiantes en distintos momentos del día, a medida que la luz solar va incidiendo en ellas. Los repetidos estudios de acantilados por Monet constituyen el preludio de las series que desarrollaría en el futuro, recogiendo un elemento varias veces en diferentes estaciones, en distintas condiciones de luz o climatología, desde diferentes perspectivas y a diversas horas. Fue sumamente prolífico, experimentando con los matices que la luz aporta a una escena, y un innovador, adelantado a su tiempo en su tratamiento del color. No refleja sin más el escenario que se despliega ante sus ojos, sino que lo imbuye de su propia subjetividad, su manera única y personal de percibirlo desde su estado anímico, hasta conseguir con maestría convertir en arte sus sensaciones.

El artista también representó ampliamente la llamada Costa de Alabastro, de hermosa blancura y luminosidad, con sus preciosos acantilados, como los de la población de Fécamp, en la Alta Normandía, que ya había pintado antes de los inviernos de 1896 y 1897, en los que regresó para captar de nuevo estos parajes y su luz única.

En mayo de 1883, Monet se instaló en el pequeño pueblo normando de Giverny, situado a unos 80 km. de la capital gala. Alquiló una residencia conocida localmente como 'la Casa de la Prensa', por una prensa de manzanas situada sobre la pequeña plaza vecina. La convirtió en su refugio, transformando el granero en su estudio pictórico. Supervisa directamente la decoración de la casa; llevado por su amor por el color, adopta tonos poco convencionales entonces: la fachada rosa con la carpintería en verde, el color azul del salón o el amarillo del comedor, cuyas paredes están cubiertas de estampas japonesas, pues durante cincuenta años Monet coleccionó grabados de artistas nipones. La cocina eligió alicatarla de azulejos de cerámica de Rouen.

Su situación económica mejoró, pues su marchante desde 1870, Paul Durand-Ruel, tenía cada vez más éxito con la venta de sus obras. En noviembre de 1890, Monet ya contaba con los 22.000 francos necesarios para comprar la casa de Giverny y ampliarla a cada lado, hasta alcanzar 43 metros de largo por solo 5 de ancho. De por vida se dedicó incansablemente a transformar el jardín de la finca, que originariamente no era más que un huerto que contaba con manzanos para sidra, embelleciéndolo con una profusión de flores, árboles frutales y arcos metálicos. Las especies plantadas en él le proporcionaron una inacabable fuente de inspiración para sus obras. Su afición y destreza con la botánica le acompañaría para siempre.

Fascinado por los reflejos de la naturaleza en el agua cristalina y tranquila, en 1893 adquirió un terreno en la parte baja del Clos Normand y desvió el Ru, un pequeño brazo del río Epte, creando un estanque que se convertiría en el corazón de un jardín acuático, con su icónico puente japonés verde que representó en tantas ocasiones, cubierto por una pérgola con plantas trepadoras. Plantó nenúfares en el fondo del estanque, y lo rodeó de especies con aire oriental como el bambú, el lirio o el sauce llorón. Desde 1897 pintó incansablemente los nenúfares. Hoy es posible visitar ambos jardines, terrestre y acuático: una extensión de 15 hectáreas con un pasaje subterráneo que las conecta.

Monet contrae segundas nupcias con Alice Hoschedé en 1892, viuda como él, que aporta seis hijos de su primer marido, un coleccionista de arte. En un momento de ese período de su vida marital en común, en 1902, por primera vez los museos franceses adquieren obras de Monet. El primogénito del artista, Jean, se casó con la hija de Alice, la pintora Blanche Hoschedé, la única alumna de Monet, en junio de 1897. Alice, por su parte, fallece en 1911. Cuando Jean murió prematuramente en 1914, su viuda Blanche se convierte en un auténtico ángel custodio de Monet hasta la muerte de este.

Monet comenzó a mostrar signos de dobles cataratas en su vista desde 1908. En 1922, perdida ya casi por completo la visión en el ojo derecho y afectado el izquierdo, aceptó ser operado, para poder continuar con su producción pictórica. La intervención tuvo lugar en enero de 1923 y se circunscribió al ojo derecho, sufriendo complicaciones. Los resultados no fueron plenamente satisfactorios, pues quedó limitada su visión de lejos y le impidió percibir en lo sucesivo algunos colores, obligándole a elegirlos leyendo los tubos de pintura. Sus últimas obras introducen elementos surrealistas y abstractos, y su enfermedad ocular altera cromáticamente los motivos plasmados.

En su etapa vital final, Monet se hizo amigo personal del Primer Ministro francés Georges Clemenceau, cuyo sobrenombre 'El Tigre' ya permite intuir su brillantez y fuerza oratoria y política. Se conocieron en 1860 y se reencontraron en 1908, cuando este adquiere una propiedad cerca de Giverny, en Bernouville.

El 12 de noviembre de 1918, un día después de firmarse el Armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, el pintor Claude Monet escribió a Georges Clemenceau: "Estoy a punto de terminar dos paneles decorativos que quiero firmar el día de la Victoria y mediante su intervención deseo ofrecerlos al Estado; es poco, pero es la única forma que tengo de participar en la Victoria". Y efectivamente, en 1922 Monet dona al Estado francés los paneles de su impresionante serie de 200 m2 de los Nenúfares, cumpliendo la promesa. Hoy se encuentra en el Museo de la Orangerie de las antiguas Tullerías de París.

El 5 de diciembre de 1926 fallece Monet en Giverny, en su dormitorio del primer piso de su casa, desde donde disfrutaba de unas privilegiadas vistas del jardín. Aún se conserva la cama donde expiró. Tenía 86 años: había vivido en Giverny justo la mitad de su existencia, 43 de ellos.

Es enterrado allí tres días después, en el humilde cementerio adosado a la iglesita parroquial, ubicada a pocos metros de su casa. En su discreta sepultura le acompañan otros miembros de su familia. Un episodio muy célebre es aquel en el que, en la capilla ardiente del genial artista, Georges Clemenceau quitó el lienzo negro que cubría su ataúd, razonando: 'Nada de negro para Monet', y lo sustituyó por una tela ligera estampada, pues no en vano se trataba del maestro del color. Así fue el cortejo hasta el camposanto. Siguiendo los deseos de sencillez expresados por el pintor (que había declinado recibir la Legión de Honor), apenas unas decenas de personas formaron la comitiva, encabezada por el alcalde.

Fallecido Monet, la casa es heredada por su hijo Michel, que permite a su cuñada Blanche continuar residiendo allí. A la muerte de esta en 1947, la propiedad queda abandonada y el jardín completamente descuidado. Cuando Michel pierde la vida en un accidente de coche en 1966, careciendo de herederos, su voluntad testamentaria es legarla a la Academia Francesa de Bellas Artes, convirtiéndose la residencia y los jardines, tras un exhaustivo y costoso trabajo de restauración, en un museo abierto al público el 1 de junio de 1980, regentado por la recién creada al efecto Fundación Monet. Trabajando en obras de gran formato, notablemente los Nenúfares, el artista hizo construir entre 1911 y 1918 un gran taller adosado a la casa, actualmente ocupado por la tienda del museo.

Pasear hoy por el vergel que rodea la que fue su vivienda, hace sentir que uno transita por el interior de los óleos del maestro, una experiencia artística completa, que logra envolver en ese ambiente los cinco sentidos y las tres dimensiones. Diríase que Monet va a aparecer en cualquier momento por un recodo de refrescante sombra, para invitarnos con un gesto de cercanía a acompañarle en su rincón favorito del mundo.

Fotografías: Gabriela Torregrosa