Las últimas colas que me llegan a la memoria estaban relacionadas con la pandemia.
Las del hambre, las llamaron. Hombres y mujeres que cubrían su rostro ante las cámaras, por vergüenza o pudor. Portaban bolsas y carritos para llenar de arroz, leche, galletas y pasta.
Este último ingrediente es el que ha provocado colas, las últimas semanas, frente a las diferentes delegaciones del Banco de España.
-María, papá no podrá dejar mañana en la guardería a Noelia, que tiene que ir pronto a la Plaza de España, que en el banco no nos están pagando nada por el dinero y quiere ir a enterarse. Un beso, ya te contaré.
Y allí estaban en fila, sin carritos, ni bolsas, ni miradas perdidas, hombres y mujeres orgullosos
de poder obtener en unas horas una rentabilidad del tres por ciento.
Un dinero que la mayoría se habrá ganado fruto de su esfuerzo, su trabajo y sacrificio.
No había niños esperando en esa cola obtener una ficha para subirse a ningún tren de la bruja. No había adolescentes sujetando una entrada de Pablo López que esa noche presenta su gira en nuestra ciudad. No había peruanos, rumanos o colombianos esperando el sello de la tramitación de un permiso para poder trabajar.
Eran tantos los afectados por no conseguir réditos a su dinero que debían pedir cita previa.
Pero en uno o dos días serían atendidos.
No hay centro privado, ni concertado, ni ambulatorio. No hay una enfermera que te haga una primera revisión, un médico especialista que te ponga un tratamiento ni rayos x o medicinas que tomar tres veces al día. Pero sería necesario.
La seguridad social debería tener una sala de atención personalizada para todos ellos.
Al igual que para fomentar la natalidad nuestros dirigentes de VOX proponen tres medidas muy certeras, yo haría lo mismo con la gente que se encuentra en la cola, antes de firmar la entrega de su dinero.
Que escuchasen como suena una bolsa llena de billetes. No hay ruido, no hay latidos, no hay nada, solo silencio y papel.
Que vieran en una ecografía 4D como es una caja fuerte por dentro. No hay movimiento, no hay sueños, no hay nada, solo papel y silencio.
Y por último un encuentro con verdaderos especialistas. El presidente de AVADECO, el presidente de la Asociación de Agencias de Viajes y el rector de la UVA.
Renueven el armario y entreguen toda la ropa a Cáritas, ya verán que felicidad es ir de compras con los suyos por el centro y luego llena de bolsas tomar un vino con los hijos en la Plaza Mayor. Inviten a un hermano o una sobrina a conocer Roma o Santiago de Compostela cinco días. Viene uno nuevo para otros tres años. Fotos, recuerdos, un lujo. Vivir la vida. Y por último, al nieto darle una propina de las buenas, cada vez que pase el curso a la primera y con buenas notas, para que luego lo disfrute en verano, a la salud de los abuelos, que se salieron de la cola, dos minutos antes de que les tocase el turno de LAS LETRAS DEL TESORO.