Lo decíamos hace unos pocas semanas en Tribuna de Valladolid; el pequeño dato al que agarrarse. Piénselo fríamente. Si más de un 90% de las personas fallecidas en nuestra provincia tenían más de 70 años, se trata de un dato que viene a confirmar algo que sabemos desde el principio de la pandemia. El virus ataca con virulencia sobre todo a los mayores, hasta el punto de ser mortal. En el resto de la población los efectos pueden ser de un amplio espectro, desde la total asintomatía hasta severos problemas respiratorios, fuertes dolores de cabeza y malestar general, en algunos casos con importantes secuelas.
¿Pero saben qué? Ahora que comienza la vacunación, para mí es el detalle de la esperanza. Una forma de agarrarnos a la vida. Una vez que la población de riesgo esté en su mayoría vacunada, es cierto que seguiremos viviendo contagios. Probablemente muchos. Mantendremos unos cuantos meses de restricciones, mascarillas y demás medidas para evitar la propagación del virus. Pero será otra cosa. Será la siguiente fase de la pandemia, en la que seguiremos viendo cifras de gente contrayendo el Covid pero sin apenas fallecidos. O al menos así debería ser inmunizando a los más sensibles.
Este es mi clavo ardiendo al que agarrarme en este final de 2020 y comienzo de 2021. Es el principio del fin, en el buen sentido. El claro punto de inflexión en el que las cosas deberían ir a mejor. Estas restricciones que llevamos sufriendo todo el año comenzarán a relajarse de manera muy gradual, según avance la campaña de vacunación, y con los días, semanas y meses llegaremos a la nueva nueva normalidad.
Sí, no han leído mal ni yo lo he escrito de manera incorrecta. La nueva nueva normalidad, que en realidad viene a ser la normalidad auténtica. Porque si me lo permiten la nueva normalidad, esa que se nos vendió a partir de mayo y junio cuando abandonamos el confinamiento, jamás fue eso. Pronto volverá lo que de verdad consideramos nuestra vida, esa que perdimos hace ya casi un año, donde podremos abrazar, tocar y besar a los nuestros.