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Menudo Panorama

Por Pedro Santa Brígida

Ana Blanco, ejemplo de discreción periodística


"Por mi parte, esto ha sido todo. Muchísimas gracias por su confianza y su compañía durante todo este tiempo. Adiós y buenas noches", así se despidió de los espectadores Ana Blanco, el pasado 24 de febrero al término de Informe Semanal, después de 33 años dando la cara -nunca mejor dicho- en los servicios informativos de la televisión pública de todos los españoles. Se ha ido sin hacer ruido, sin grandilocuencia. Así es ella.

No soy muy de echar flores a mi profesión, más bien todo lo contrario, especialmente en los últimos años, cuando este bendito oficio se ha empezado a convertir en no sé muy bien qué. Pero lo haré porque Ana Isabel Blanco López se ha hecho acreedora de todo mi respecto y admiración profesional. Me quito el sombrero ante una mujer que ha sabido lidiar con los correveidiles de cinco presidentes de Gobierno, algo que sólo los que hemos tenido el privilegio de trabajar en esa casa podemos llegar a comprender en toda su dimensión.

Ana Blanco se licenció en Pedagogía y tiene un máster en Periodismo, comenzó en la radio, en los 40 Principales de Radio Bilbao y pasó por el Grupo Prisa y Telemadrid antes de recalar en 1990 en TVE, donde ha sido presentadora de informativos de tarde, noche y fin de semana, además de Informe Semanal y algún que otro programa. Una comunicadora fiable, creíble, rigurosa, serena, formal, elegante, pero sobre todo discreta.

La discreción es una cualidad cada vez menos habitual en esta profesión. En el periodismo de hoy en día, sobre todo en los grandes medios de comunicación, existe una tendencia cada vez más generalizada hacia el exceso de protagonismo. El periodista es en demasiadas ocasiones la estrella de la información, de la opinión… Dejar el ego a un lado y trabajar como el mero intermediario del hecho noticioso no está de moda entra los y las ‘figuras’ de este interesante oficio.

Ana Blanco encarna todo lo contrario al protagonismo. Y a la estridencia. Ha sabido ser una presentadora sensata y a la vez cercana. Ha recibido todos los premios y reconocimientos y no se le ha subido la tontería a la cabeza. Sus compañeros de redacción y plató hablan maravillas de ella. En cierta ocasión, la conocí en Torrespaña mientras preparaba el Telediario de las tres de la tarde. Me quedé asombrado de la humildad con la que nos trató al grupo de juntaletras que allí nos presentamos. Más aún cuando dejó caer aquello de que "en esta profesión tendemos a pensar que los mejores periodistas están en Madrid y no es así".

Las redes sociales tampoco han alterado o sacado de sus casillas a Ana Blanco, cosa que sí han conseguido con otras 'estrellas' del periodismo patrio. No publica sus andanzas. No se sabe casi nada de su vida personal. No se la ha visto ni en fiestas ni saraos de ningún tipo. En casi cuatro décadas, tan sólo en una ocasión los reporteros gráficos han conseguido una foto de ella con su marido. Fue en la inauguración de una exposición en su Bilbao natal. Jamás ha hablado en público de su familia, de sus cosas. Discreta en lo profesional y en lo personal.

Alguno de sus compañeros de TVE ha recogido en relatos autobiográficos propios que en determinada ocasión Ana criticó a la entonces presentadora del Telediario y ahora reina Letizia por lo extraño de su meteórico ascenso en los servicios informativos. La dieron un toque, un serio aviso de que no volviera a hacerlo. Así se las gastan en los medios públicos.

En 2003 a punto estuve de presentar con Ana Blanco una gala de TVE en Valladolid, un evento de aniversario del centro territorial de Castilla y León, que el entonces director, Vicente Díaz, con su habitual visión estratégica de comunidad, pretendía convertir en un acto social que, entendíamos, se merecía la televisión pública. Me hacía una enorme ilusión, aunque al final no pudo ser porque alguien en Madrid decidió que ni Castilla y León ni su centro territorial merecían tal celebración. Cosas de la política... Y un debe en mi currículo. Al menos, pude hablar con ella un par de veces. Todavía recuerdo su sencillez y naturalidad.

Ana Blanco, a sus 63 años, ha decidido poner punto final a su vida laboral, acogiéndose a una jubilación anticipada de TVE. Al contrario que otros, no ha querido eternizarse en su labor, ni esperar a que alguien le muestre la puerta de salida. Hasta en eso demuestra su particular nivel de discreción. Deja un legado que merecía algo más de reconocimiento público por parte de esta profesión tan cainita en tantas cosas.

Feliz jubilación compañera.