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OCIOZINE

Por Raquel W. Polo

Warrior


Que levante la mano quien no conozca a Bruce Lee. Aquel actor, que al contrario que sus compañeros de género cinematográfico, nació en San Francisco y se crió en el Hong-Kong británico, y, sobre todo, aquel gran experto en artes marciales, que llegó a fundar el suyo propio, el Jeet Kune Do, basado en su propia experiencia como luchador, unido a un híbrido de teorías Budistas, Taoistas y Zen. Ahora entendéis aquello del “be water, my friend”.

Además de todo su enorme legado (la revista Time le consideró una de las cien personas más influyentes del siglo XX) , Lee nos dejó los fundamentos de una película de época que tenía previsto empezar a rodar alrededor de noviembre de 1973. Su fallecimiento unos meses antes nos privó de aquella historia.

Bruce tuvo dos hijos. Brandon Lee, que ha vuelto a la actualidad, por el innecesario remake de The Crow, en cuyo rodaje original falleció, por un disparo accidental, algo que también nos ha recordado el accidente en el rodaje de la película Rust, hace un par de años, y que aún colea.

Shannon Lee, la hija pequeña, se ha encargado, casi cincuenta años más tarde, de llevar a la pantalla Warrior, aquella historia de época que su padre planeaba, pero en forma de serie de televisión, junto al director Justin Lin (Fast & Furious). Les acompaña Jonathan Tropper, como showrunner de HBO, que ya lo fue en la magnífica Banshee, la serie que nos dio a conocer a muchos a Tony Starr, y os puedo asegurar que se nota su mano.

La serie se desarrolla en San Francisco, durante las Guerras Tong, en la década de 1870. En esa época la ciudad estaba dividida entre irlandeses y chinos. Bueno, también pasaba algún americano por allí, generalmente corrupto, o dispuesto a dejarse corromper.

Los chinos, que apenas hablaban inglés, podían ser mano de obra barata, que le quitaba el trabajo a los irlandeses, los cuales hacían notar su descontento, muy visiblemente, o formar parte de las distintas mafias (Tongs) que dominaban el juego, la prostitución y las drogas.

A este escenario va a llegar Ah Sahm (Andrew Koji), un experto en artes marciales, que habla perfecto inglés (adivinad el personaje que se reservaba Bruce Lee), que está en busca de su hermana. Pero, según pone un pie en suelo americano, (sin decirle a nadie que entiende todo lo que le increpan) es vendido a uno de los Tongs. Qué casualidad, el Tong rival de aquel en el que su hermana se ha adaptado perfectamente. A eso hay que añadir un mediador impasible, unos cuantos policías, un teniente de alcalde con ganas de intriga, o la atractiva mujer del alcalde. Todo un lío.

Si os gustan la historia, las artes marciales, un poco de desnudez y violencia gratuitos (os recuerdo que es un producto de HBO y Jonathan Tropper), y sobre todo las buenas series, no os la perdáis. Tenéis sus cuatro temporadas en Netflix, donde aterrizó cuando HBO se dedicó a repartir sus obras maestras a diestro y siniestro por la competencia.