Llega cedido por el KK Cedevita Olimpija esloveno
El escudo
La Opinión de El Viudo
Debajo de su casa, en la plaza había cuatro bares, pero él siguiendo la costumbre de su padre y de su tío Luis, solo frecuentaba uno. Lo hacía todos los domingos a la salida de misa, ahora con sus dos hijos, un mosto, una naranjada y para él una caña bien tirada.
Al acabar las tapas y las consumiciones, compran el pan y de regreso a casa para comer la paella que la mujer se había quedado preparando el fumé y limpiando los mejillones y lo más importante, atender a la abuela que ya no se la podía dejar sola.
"Id vosotros y pedís por las dos": era la despedida frecuente de la madre y esposa del trio.
El bar tenía más de noventa años.
Había tenido muchos dueños. Empresarios, periodistas, constructores... tuvo hasta a un propietario de zapaterías, un ex jugador de baloncesto que llegaba al negocio cuando le daba la gana y que llegó incluso a realizar un concurso para pagar a los proveedores la mitad de lo adeudado.
Ahora el bar lo lleva un ex futbolista, al que solo le conoce por los cromos y por algún reportaje que sale en prensa.
Con su padre y con su tío Luis se tomó allí su primer vino con gaseosa. Celebró en la terraza su primer sueldo de la fábrica y antes de llegar la abuela a casa era su lugar de encuentro con la que hoy es su mujer.
Ha tenido más de ocho diferentes toldos, nueve clases de cuberterías, doce modelos de sillas de terraza, siete reformas interiores, veinte clases de cervezas, setenta de vinos y tapas de todos los tamaños e ingredientes.
Cada vez que una marca de café cambiaba la máquina, el letrero de la puerta modificaba el color o el tamaño o la disposición.
A él le da igual la indumentaria de los camareros, el color de los mandiles o la textura de las servilletas.
Es su casa, su lugar de encuentro los domingos por la mañana con los suyos. Allí ojea la prensa, se fuma el segundo cigarro de la mañana y abre los sobres de los cromos de la liga para ir completando el álbum de la afición de su vida y ahora de la de su pequeño.
Lleva unos días, que cree que está viviendo una pesadilla o un mal sueño. No puedo dormir y ya no quiere seguir discutiendo con los vecinos del barrio.
A la mayoría de ellos, no les gusta el nuevo rotulo, ni las nuevas sillas, ni el uniforme de la nueva camarera que ayuda en la terraza. Las redes se han inundado de las críticas a la nueva imagen de su bar de toda la vida y hasta las radios entrevistan a vecinos del barrio que dicen que ya nunca irán con sus hijos a tomar un clarete a la salida de misa.
"Elvira, me estoy volviendo loco" ha dicho a su mujer. "Pero si yo solo quiero divertirme un rato con mis hijos y tomar algo y sentarme a ojear la prensa. Tú crees que por el color del toldo y de las sillas muchos vecinos se han puesto frente al bar a decirle al dueño que cambie las sillas y ponga las de los últimos años. Elvira, que me vuelvo loco" y encima les apoya la prensa.
Si es que hasta un compañero de la fábrica dice que ya no vuelve al bar". "Que no estamos bien Elvira hazme caso, que algo está pasando y yo no me entero..."
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