Remate a una semana que se define con este popular dicho, a Dios rogando y con el mazo dando.

Rogando para que llueva y nos saque esta sequía que nos acerca al clima del desierto de Sahara, por la falta de lluvias y por las temperaturas.

Un agua que salve los cultivos que nos alimentarán a lo largo del año. Eso sí mientras algunos dando con el mazo para seguir liderando el ranking de países en destrucción de presas, embalses y todo aquello que suene a obra de regulación que permita almacenar el agua.

El mes de abril 2023 pasará a la historia por ser uno de los más calurosos y secos de los registros en España. Llevamos un año con una sequía de larga duración instaurada (la peor desde 1970), con los embalses al 41% de su capacidad y con episodios de calor de absoluto récord.

Pero ni con esas somos capaces de que nuestros gobernantes se enteren de la importancia de que el agua tenga una política de estado donde además de los usos ambientales.

!A quién no les gustan los ríos llenos de carpas, truchas y salmones campando a sus anchas; y esas riberas plagadas de árboles!. Claro que si eso pudiera ir acompañado de una buena manduca, ya saben unas tortillas de patatas, con sus huevos y sus buenos tubérculos, una ensaladita de tomates, lechugas y pepinos, con sus olivas, regadita de aceite de oliva, mojada con un buen vinito y su su fruta fresca de postre?? pero claro esta segunda parte, la del comer necesita agua para regar unos campos secos, camino de convertirse en yermos por esa demonización constante algo tan tecnificado, eficiente y preciso como el regadío modernizado del que puede presumir este país.

Y sin embargo, condenamos a nuestro campo ala sed y al abandono, a los freseros de Huelva a ?que se busquen la vida? como decía esta semana el portavoz del psoe, y de un ministerio, el de transición ecológica que dijo estar lleno de ecologistas. Ojala en lugar de activistas lo gobernaran expertos, técnicos y científicos capaces de conjugar todos los usos del agua. Los ambientales, desde luego para salvaguardar joyas ecosistémicas como Doñana o Daimiel. Pero también los usos agrarios y los industriales que son los que permiten el desarrollo socioeconómico y, sobre todo, que nos alimentan para que no nos extingamos o acabemos exportados. Agricultores en lugar de fresas fuera de sus zonas tradicionales de producción.

El agua como arma de guerra electoral, foco de conflictos bélicos cuando no hay voluntad de acuerdo ni miras de futuro más allá de cita en cita electoral.

No les voy a volver a hablar del Doñana Gate, si lo haré del cierre, por primera vez en 160 años del Canal de Urgell que riega al sector leridano de fruta de hueso que desde esta semana solo podrá regar una vez al mes los árboles para que no mueran, pero que no tendrán cosecha ni de peras, ni de manzanas, ni del resto de frutas de hueso que habrá que pagar a precio de caviar este verano, no por la guerra, ni siquiera por la sequía, sino por la aversión de este Gobierno a todo lo que se acerque a una obra hidráulica que lleve el agua allí donde es necesaria.

Piedras, es lo quieren que comamos, eso o como les vengo diciendo, lo que Marruecos nos quiera vender.