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Clásico

De tatuaje en tatuaje por su amor incondicional al Real Valladolid

Antonio Garrido tuvo que cumplir sus promesas tras los dos ascensos cosechados por el Club en estos últimos tres años a Primera División

De tatuaje en tatuaje por su amor incondicional al Real Valladolid
El aficionado Antonio Garrido, en el césped del José Zorrilla. Sergio Borja.
Alejandro De Grado Viña
Alejandro De Grado Viña
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Si algo le caracteriza a la afición del Real Valladolid, es su amor por el Club, al que apoya con todas sus fuerzas. Eso sí, por esa misma razón, le exige más, ya que las ganas que tienen los simpatizantes de ver, de nuevo, al equipo triunfar no tiene precio. Uno de esos fieles seguidores es Antonio Garrido que, gracias a TRIBUNA y a la entidad blanquivioleta, pisó el césped del José Zorrilla en una de esas sorpresas que nunca olvidará.

Es de los pocos que forman parte de ese grupo selecto de aficionados que no se pierden ni un solo partido. Viaja donde sea por su Real Valladolid. Ha cogido aviones a deshoras, numerosos trenes y ha hecho muchos kilómetros en coche para apoyar a su equipo, aunque este último, en alguna ocasión, no le daba las razones suficientes para convencerle de que su ánimo no decaiga por los malos resultados. De hecho, Garrido, ya con sus bien llevados 71 años, recuerda con orgullo cómo el Club le cambió la vida: "Me quedé viudo hace ocho años. Siempre he sido aficionado del equipo, pero quizás ahora lo soy más porque las circunstancias han cambiado. Ver al Real Valladolid ha servido para evadirme".

Tanto es su sentimiento hacia la entidad que alguna 'chiquillada' tuvo que hacer para verle en el viejo Zorrilla. "Nos colábamos para entrar. Son muchos recuerdos. Cuando echo la vista atrás, me emociono", relata Antonio sentado en una de las butacas del estadio. Precisamente, esas emociones a flor de piel volvieron a dejar su huella el pasado lunes cuando los campeones de la Copa de la Liga saltaron al césped antes del partido ante el RCD Espanyol. "Lloré el otro día cuando vi a los jugadores. Pato Yáñez, para mí, es el mejor extremo que ha tenido el Real Valladolid en toda su historia. Eusebio o Minguela son otros de los talentos que no se me quitan fácilmente de la cabeza", confiesa.

Estar tan cerca de su equipo a diario hace, además, que coja cierto cariño a jugadores o entrenadores que se han portado bastante bien con él. Jordi Masip, por ejemplo, le regaló su camiseta el año pasado en Cartagena y, cuando supo que no iba a renovar, le dolió mucho. "Podría haber seguido un año más. Le tenía mucho cariño y nunca le olvidaré", sostiene. También incluye en esta lista a 'Pacheta', otra de las personas que "siempre" le saludaba y se acercaba cuando le veía en los estadios. A pesar de lamentar estas salidas, a Antonio lo que, realmente, le ha sorprendido es el ambiente que se vivió la temporada pasada en el José Zorrilla: "No he vivido nunca lo que viví el año pasado. Ha sido una temporada muy complicada. La gente es libre de opinar, pero había cosas que no las había visto nunca"

Garrido se refiere, en concreto, a los cánticos en contra de Paulo Pezzolano, el cual "ha cambiado". Esa será la clave, según este aficionado, para que mejore su relación con la afición. Además, cree que el Pucela tendrá "un buen equipo" para conseguir la permanencia en LaLiga EA Sports, algo que Antonio desea para que el Club se asiente en la máxima categoría del fútbol español.

PROMESAS TRAS LOS DOS ÚLTIMOS ASCENSOS

Antonio ha vivido las temporadas en Segunda División del Pucela, donde el equipo no lograba el objetivo. Años y años sin conseguir ese ansiado ascenso. Por fortuna, la historia ha cambiado y el Real Valladolid ha logrado subir una campaña después de bajar. Este aficionado, además de apoyar a su equipo, también sigue la actualidad del Club. Escucha la radio, lee los periódicos y ve la televisión. Siempre trata de estar bien informado para no perderse ni una sola noticia sobre el Pucela.

De hecho, estuvo pendiente de la "reunión" del presidente, Ronaldo Nazário, con parte de los periodistas deportivos que analizan el día a día del Real Valladolid, donde les transmitió que la intención del Club era cambiar el escudo. Garrido no quiso valorar el cambio porque sabía que ese Pucela de Pacheta iba a ascender directamente. Como muy pocas personas le creían, decidió dar un paso hacia adelante. "A mis compañeros de viaje les dije que, si se ascendía, me iba a tatuar el escudo... saliera el que saliera", explica.

Y así fue. En su brazo izquierdo lleva el anterior escudo del Club como buen hombre de palabra: "Mucha gente decía que era una bellota, pero no era así". Garrido ya no esconde que el que prefería era el escudo actual, al que ha visto desde que se implantó en el año 1998. Con ese tatuaje, vio a los suyos en Primera División, pero la temporada no acabó bien, y el Pucela volvió a bajar a la categoría de plata.

Con el dolor de sufrir un nuevo descenso, Garrido tiró hacia adelante y no paró de viajar para seguir animando a los suyos. El Real Valladolid anunció que los aficionados habían recuperado el actual escudo y Antonio aprovechó el momento para volverlo a hacer. Prometió que, si el Pucela ascendía, se tatuaba en el brazo derecho el escudo 'de toda la vida'. "Se lo dije a mi hijo, que es tatuador. Lo vio bien. Él hace lo que sea por mí y yo por él", asegura. Aunque sigue echándose pomada para paliar los efectos del tatuaje porque su piel "ya no es la de un chaval", se siente orgulloso de lo que ha conseguido el Club y de lo que le han obligado a hacer a sus 69 años, primero, y a sus 71, segundo. "Me dolió un poco, pero casi me duele más cambiarme la dentadura", bromea.

A este libro de promesas, aún le falta una tercera parte. Antonio, ante las cámaras de este medio, ha confesado que hará el Camino de Santiago si el Pucela consigue la permanencia. "¿He dicho eso? Pensaba que era si entrábamos en Europa", ríe un Antonio que estará cerca del Real Valladolid "hasta que Dios quiera". Es decir, eternamente