El Real Valladolid cayó (2-1) ante la UD Las Palmas en el Estadio de Gran Canaria. Los blanquivioletas, aún con un entrenador interino en el banquillo, que por fin apostó por alinear dos delanteros a la vez (algo que su predecesor ni se planteaba), siguen inmersos en una crisis deportiva e institucional. De hecho, no levantan la cabeza ni queriendo. Su rival, como en tantas otras ocasiones, tampoco tuvo que esforzarse al 100% para sumar los tres puntos. Solo impuso la ley del ex y la lógica, que decía que este Pucela no iba a ganar, cosa bastante previsible en los tiempos que corren.

DECEPCIONANTE PUESTA EN ESCENA

La victoria con remontada incluida en Ávila parecía dar al equipo alguna esperanza de que podría competir el sábado de tú a tú a la UD Las Palmas. Como era de esperar... nada más lejos de la realidad. Los primeros compases del encuentro es una buena prueba de ello. Los locales salieron con más ganas e intensidad al partido. Es más, el marcador estaba tardando en lucir el 1-0. Los de Diego Martínez acumularon, en muy poco margen de tiempo, varias ocasiones aprovechando la debilidad defensiva de su rival, prácticamente desahuciado en la clasificación, a pesar de que queda un mundo para acabar la temporada.

La buena intentona desde fuera del área de Fabio Silva, en el minuto 18, puso sobre aviso a su rival, ya que no iban a desperdiciar una segunda oportunidad. Una buena jugada de Moleiro, el mejor (con permiso de Sandro) del partido, acabó en las botas del ariete que remachó, sin oposición, la pelota al fondo de la red (1-0) ante la mirada y pasividad de Cömert o de Javi Sánchez, cuyo partido protagoniza, desde este momento, el cartel navideño del museo de los horrores.

La poca contundencia de la zaga blanquivioleta dejó en bandeja a los locales un tanto que, a la postre, iba a ser el inicio del fin. Aun así, los visitantes, muertos en vida, reaccionaron. Primero, a través de jugadas trenzadas en ataque, algo que no había hecho desde que comenzara el choque. Y, segundo, a través del relativo empuje que le obligaba la situación, el contexto clasificatorio, y el propio partido. Un remate de Kike Pérez desviado dio alas a un Pucela que se aferraba al acierto de sus delanteros, y alguno, como en Ávila, fue recompensado. Marcos André batió a Cillessen (1-1) tras el remate de Sylla a centro de Luis Pérez. 

El tanto, de los denominados psicológicos, llegaba en el mejor momento, ya que el equipo iba a afrontar la segunda mitad con un empate que sabía a más que un punto por sus decepcionantes prestaciones en los primeros cuarenta y cinco minutos.

SIN LIDERAZGO EN UNA SITUACIÓN LÍMITE

La reanudación sentó, por momentos, mejor al Real Valladolid que la UD Las Palmas. Los de Álvaro Rubio, sin dar motivos para ello, se creyeron que podrían remontar el choque, ya que los locales no buscaron el segundo tanto con ninguna alternativa que hiciera pensar que el 1-1 era injusto. A pesar de que en los primeros compases ninguno se adueñó del balón, fueron, de nuevo, los de Diego Martínez los que se encontraron con un golazo en una acción en la que los visitantes no deberían haberse metido tan atrás.

Es más, el remate del delantero se produjo dentro del área porque ningún jugador blanquivioleta fue capaz de desbaratar la intentona. Sandro volvió a aprovechar la fragilidad de los pucelanos para, primero, darse la vuelta con facilidad, y segundo para poner a la escuadra un gran remate con la izquierda (2-1). El Estadio de Gran Canaria estallaba de alegría al ver que el marcador mantenía la lógica, esa que, en ocasiones, y cuando está el Pucela como rival, se suele imponer.

Los cambios de Álvaro Rubio no desatascaron al equipo. De hecho, metió a Latasa por Marcos André, cuando el brasileño era el único que hacía algo diferente cada vez que tenía el balón en su poder. El técnico, aun así, agitó la coctelera todas las veces que pudo sin fortuna, como se manifestó en los últimos minutos en los que el Pucela, que era el equipo que estaba perdiendo, no pisó el área rival ni para hacer cosquillas a la UD Las Palmas. Sus aficionados, al ver que el marcador no peligraba en exceso, abandonaron el campo antes del pitido final de Ortiz Arias, un colegiado que, de nuevo, desesperó a ambas partes.

Los pucelanos, con esta nueva derrota, se mantienen como colistas de la categoría, dando la sensación de equipo sin rumbo, a la deriva y, sobre todo, falto de liderazgo, del cual carecen la directiva, la dirección deportiva, y el banquillo, ya que nadie se hace cargo del equipo una semana después de haber destituido de madrugada a Paulo Pezzolano, cómplice y uno de los culpables de que sus exjugadores sigan sin despertar.