El Real Valladolid cayó (0-4), de nuevo, en el José Zorrilla ante un Sevilla que, si hubiese necesitado marcar ocho goles, lo hubiera hecho de una manera cómoda, tranquila y plácida porque ha sido una tarde para el recuerdo por lo fácil que es torear en la capital del Pisuerga, y no precisamente en el coso. Los blanquivioletas, sin ideas y sin la esperanza de que alguna vez las tenga, al menos, en esta temporada, volvieron a ser humillados, ridículizados, dando una imagen de equipo, ya no solo de inferior categoría, sino de víctima mortal.

UNA VERGÜENZA INADMISIBLE

La puesta en escena de los de Diego Cocca mantuvo el guion previsto, pero no por ello admisible. El Sevilla manejó los tiempos a su antojo hasta el punto de dar la sensación de no querer dar una marcha más, de no hurgar en la herida blanquivioleta, a pesar de haberse adelantado nada más empezar el choque. Un pase filtrado de Vargas llegó a las botas de Juanlu que, prácticamente sin oposición, cruzó el balón para batir a Hein (0-1).

El fallo defensivo, una vez más del Pucela, sacaba las vergüenzas de un equipo mal trabajado, sobre todo en dicho aspecto. Del ataque, qué decir, porque no pasaban ni del medio del campo cuando tenía el Sevilla el balón en su poder. Es más, pudo sentenciar si no es por la gran parada de Hein en una acción de Juanlu, que quería su doblete... como cualquier otro que juega ante el Real Valladolid.

Parecía despertar por momentos el equipo de Cocca, pero nada más lejos de la realidad. La falta de actitud, compromiso y nivel, sobre todo esto último, no permitían al Pucela ni siquiera igualar la contienda. Trató, al menos, de desequilibrar el encuentro más por la banda izquierda que por la banda de Luis Pérez, al que parte de la afición pitó cada vez que cogía el balón por sus recientes declaraciones. Con el paso de los minutos, algunos de esos pitos se convirtieron en los pocos aplausos que hubo durante el partido. Y con razón que no les hubiera porque los suyos se estaban arrastrando en el campo. 

Aun así, en las últimas acciones, el Pucela rozó el empate en un cabezazo de Latasa, que sigue negado. Como el Pucela no acertaba, la calidad se impuso. Isaac Romero puso la puntilla con un golazo (0-2) desde la frontal que no acabó con final feliz, ya que en la celebración, la valla venció del sector visitante y dos aficionados fueron evacuados. Por fortuna, el susto fue superior al del propio encuentro porque ya se está convirtiendo en una tónica habitual ver a los blanquivioletas perder jornada tras jornada.

EL JOSÉ ZORRILLA VACÍO

La reanudación no sentó mejor a nadie, quizás más al Sevilla, que se quiso divertir más de la cuenta. Eso sí, García Pimienta no acertó en dar más minutos a los canteranos cuando lo podía haber hecho, como su homólogo de al lado (Cocca), al que se le vio, más que nunca, superado, perdido y sin saber qué hacer. De hecho, el doble cambio al descanso lo hizo más por obligación que por convicción, ya que se le había acusado de tardar en agitar la coctelera en los últimos encuentros.

Mientras tanto... la debacle seguía y la lluvia empezaba... de goles también. Parte de la afición (estuvieron más de 22.000, chapó) se resguardaba, abandonaba su asiento y dejaba una imagen para la historia: el José Zorrilla... prácticamente vacío. Se podía deslumbrar las letras de 'Pucela' con el partido aún en juego. Es más, el foco estaba puesto en lo que pasaba en las gradas que en el propio encuentro, ya que la única acción salvable en ataque del Pucela acabó en gol visitante. Ver para creer.

Juanlu definía a placer (0-3) para despedir al rival de la categoría, a la que dirá adiós tarde o temprano. Con el marcador y el partido vistos para sentencia, el Sevilla marcó el cuarto y definitivo tanto (0-4), de nuevo, al contragolpe. Lukébakio acertó ante Hein en una de esas jugadas que no hubiese finalizado él, si él hubiese iniciado la misma, ya que seguramente no hubiese pasado el balón a nadie, como tantas otras veces. El ridículo se acabó oficializando con el pitido final de Alberola Rojas.

Ahora el Pucela, lanzado a Segunda División, piensa más "en el futuro", como admitió Anuar, pero eso no se producirá si Ronaldo Nazário no abandona el barco antes de que acabe la temporada. Y, con él, al ser posible deberían marcharse Domingo Catoira, artífice de una de las peores plantillas que ha tenido el Club en Primera, y Matt Fenaert por haberse dejado arrastrar por Ronaldo desde el primer momento que entró en la entidad.