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Por Andrés Miguel

Del contenido de la Navidad


Escribo sensaciones, no he confirmado los hechos, sólo escribo lo que siento, lo que me parece, a impulsos del corazón, y quizás me equivoque, aunque no lo creo... y me parece que nuestro Ayuntamiento ha cambiado su visión de la Navidad de manera más que evidente, por razones que no pueden ser sino políticas, simple y llanamente porque sus responsables deben creer que este cambio les da votos y les permitirá seguir en el asiento una legislatura más.

A ver si me explico:

Durante las primeras Navidades del actual equipo de gobierno en el Ayuntamiento de Valladolid (al igual que hicieron otros muchos ayuntamientos de izquierdas en todo el país), a lo que se dedicaron desde el Consistorio fue a tratar de vaciar de sentido la Navidad; la llamaron "celebración del equinoccio de invierno" (entre otras denominaciones) y programaron actos con nombres de lo más singular para no llamar a las cosas por su nombre, Cabalgata de Reyes, por ejemplo.

Bueno, el papelón de los que hicieron de Reyes Magos en aquella cabalgata fue de película...vestidos con una especie de sábana de colores chillones para que no pasaran por Reyes Magos y tratados de manera laica y familiar, que no se perciba que son tres personajes de notable raigambre histórica, esencial en el devenir de la religión cristiana, por cierto, mayoritaria en este país, se cumpla o no con los mandamientos.

Incluso el alumbrado de Navidad, el que adorna calles y plazas de nuestra ciudad, daba pena verlo... cuadrados, círculos, figuras geométricas, que más que alumbrado navideño dse dirían alumbrado de putiferio... en lugar de adornar nuestras calles, le daban a las mismas un color de Barrio Rojo, penoso y sin sentido.

Hoy paseo por Valladolid y veo la tradicional iluminación navideña, con sus figuras de copos de nieve y flores, observo que el derroche de luz y sonido en la Calle Santiago es espectacular y descubro una Plaza Mayor que vibra con su mercado navideño y su profusa decoración... incluso el Nacimiento brilla especialmente.

Puede que todos hayamos desnudado la Navidad de su sentido religioso, es posible que, hoy en día, nos importe más regalar y ser beneficiarios de otros presentes que recordar que gran parte de lo que somos tiene una herencia indudablemente cristiana y que esa herencia nos aporta beneficios y obligaciones, acaso Nochebuena no sea ya hoy más que una cena de familia, como podría serlo de empresa, y la noche de Reyes forme parte de una estrategia de negocio de Amazon o del Corte Inglés. Este mundo no mira ya a otra cosa que a su mismo ombligo. Puede que la Navidad no sea ya más que un período de vacaciones, pero aún siendo así, deberíamos respetar este tiempo siempre, como nos esforzamos por respetar también tradiciones de otro signo o de otras religiones.

Creo sinceramente que nuestro Ayuntamiento no lo respeta, simplemente lo utiliza; la prueba es que han cambiado el sesgo de sus actuaciones, aunque sin demasiado alarde, no se enfade alguno de sus correligionarios más progres y anti-todo.

Me da pena que los vallisoletanos no veamos cómo se nos manipula desde las instituciones, cómo, en realidad, no importamos salvo porque tenemos un voto cada cuatro años.

En mayo volveremos a decidir quién sigue o no en el Consistorio y la memoria nos jugará malas pasadas.

Sé que lo que yo diga no importa, pero tengo para mí que Valladolid no está más limpia, no es más segura, no se vive mejor en ella. Todo es debatible, no lo niego.

Habrá quien pueda asegurar que me equivoco, que soy parcial o que no sé de qué hablo. Lo dije al principio, sólo expreso sentimientos. Y lo que siento es ésto.

No me gusta que me manipulen, no me gusta que se aprovechen de mis buenas intenciones o de mi falta de respuesta.

Y en estas estrategias no está sólo mi Ayuntamiento, también lo está mi Comunidad Autónoma o mi gobierno (éste más que ningún otro).

Lo malo es que no encuentro una fórmula que nos permita detener esta deriva de manera satisfactoria.

Siento que me manipulan cuando juegan con el sentido de la Navidad y engalanan las calles, cuando sé que con gusto harían todo lo contrario y que, incluso, hicieron apología de ello en sus primeros años.

Siento que se ríen de mí cuando se muestran contrarios al gobierno, de su propio partido (sea el que fuera) pero nada hacen por cambiar sus designios o no tienen la decencia de probarse consecuentes y dimitir de su militancia (sea la que fuera).

Siento que les importo muy poco cuando los políticos (sean los que sean) modifican las leyes para beneficiarse ellos (léase corrupción, malversación...), pero no así para beneficiar al resto de los ciudadanos.

De hecho, es tan desilusionante toda la política de este país, de cualquier nivel y rango, que, aunque iluminen las calles de mi ciudad con miles de bombillas y nos aturdan a conciertos no me salen las ganas de alegrarme cuando salgo a la calle; de hecho, lo único que creo nos queda es disfrutar de la familia, mantener muestras convicciones y pedir asilo en Portugal... si no, al tiempo.

Feliz Navidad a todos.