El número '4' colgará en lo alto de Würzburg desde este sábado como reconocimiento a una jugadora especial
El baloncesto despide en Salamanca a una jugadora especial. De esas que hay pocas y hacen falta muchas y nos recuerda muchas de las razones por las que amamos este deporte, Leonor Rodríguez. Leo, la canaria que conquistó Salamanca con su talento, creatividad y humanidad anunció hace unas semanas que abre un nuevo capítulo en su vida y las zapatillas de básquet, de las que seguramente no se olvide del todo, quedarán más al fondo del armario.
Este sábado 11 de enero Würzburg vivirá un momento emotivo y justo. La camiseta con el número '4' será colgada en lo alto del pabellón como símbolo de reconocimiento a una jugadora que hizo del baloncesto un deporte más bonito.
Hablar de Leo Rodríguez es hablar de una jugadora que en cada partido reiventaba lo posible. Si te dejabas contagiar por su creatividad no era complicado ponerle un apodo y pronto 'magic' se volvió en el más recurrente y no por casualidad. Su manera de leer el juego, esa capacidad de convertir algunos pases en obras de arte, cada movimiento en un destello de talento y también de arrojo cuando el equipo más lo necesitaba, la distinguían en la pista.
De primeras en el baloncesto caemos el error de mirar unicamente a los números, pero en un deporte que va mucho más allá lo que hace de Leo una figura distinguida en lo intangible es que era compañera antes que estrella, líder silenciosa antes que protagonista ruidosa y siempre dejaba todo por su equipo.
Siempre me gustó observar su expresión cuando se alcanzaba la victoria con esa mezcla de satisfacción, orgullo y determinación pero es que era una jugadora que te ganaba también en las malas dando la cara siempre con educación y con un análisis franco. Todo sin necesidad de golpes en el pecho ni enormes titulares y eso, en un tiempo en el que parece que solo el exceso llama la atención, se aprecia.
Perfumerías Avenida fue primero su hogar deportivo pero seguramente después fue mucho más para ella y por eso fue tan normal que, tras dejar volar su imaginación en la pista por el mundo, regresara. Las medallas y títulos que logró con el club, y también con la selección, son importantes pero seguramente su gran triunfo ha sido su conexión con una ciudad que la abrazó como hija propia.
La 'marea azul' no sólo la vio crecer como jugadora sino también como persona. En cada paseo por la ciudad con un libro casi siempre cerca, en cada abrazo tras un partido, en cada sonrisa con las niñas, Leo construyó algo más duradero que cualquier trofeo: El legado de quien conseguía convertir lo extraordinario en algo casi ordinario.
Cada vez que veamos esa camiseta en lo alto del pabellón recordaremos que hubo una vez una jugadora que desde la discreción hacia ilusionismo con el balón y ojalá sirva de inspiración para quienes sigan pasando por allí. Que la magia te acompañe Leo.
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